¿Eres persona de rutinas? ¿Cómo te sientes al cumplirlas? ¿Crees que son necesarias en tu vida? ¿Distingues entre seguir una rutina determinada y establecer horarios para cada actividad? ¿Piensas que son innecesarias en tu día a día? ¿Sientes que seguirlas se corresponde con determinadas etapas de la vida? Desde el Coaching te invitamos a descubrir algunos de sus beneficios
Desde que era pequeña, eso de las rutinas era algo que me cansaba, me agotaba, me aburría. A pesar de ser una niña disciplinada, me sentía amarrada por esas maneras automáticas de hacer algunas cosas, sin comprender los posibles beneficios derivados de la organización y el rigor que las sustenta.
Al hacerme adulta, aprendí que, al menos para mí, alguna que otra rutina era importante en mi vida; por ejemplo, la de practicar ejercicio diario; o también la de respetar un número de horas de sueño.
Con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que crear mis propias rutinas me ha hecho más libre, ya que me permite disponer mejor de mi tiempo para destinarlo a lo que es realmente importante para mí, como charlar con mis personas favoritas, compartir tiempo de ocio o simplemente gozar de mi propio ritmo vital al contemplar las vistas a través de una ventana.
¿Qué pasa si no hay rutinas?
“Con orden y tiempo se encuentra el modo de hacerlo todo y bien”, decía el filósofo y matemático griego Pitágoras (siglos VI a V a C.); la coach Elisa Molina, fundadora de la plataforma “Educar en Calma”, secunda esta idea y la explica: “instalar rutinas es necesario para poder hacer las cosas bien”.
Pero ¿qué son las rutinas?. Las definiciones más al uso son: “costumbre o hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y de manera más o menos automática”; o también “secuencia invariable de instrucciones que forma parte de un programa y se puede utilizar repetidamente”.
Podemos imaginar qué ocurriría si no existieran las rutinas, como dice Elisa Molina: “sin rutinas, se mezclarían las necesidades básicas, el tiempo nos pasaría sin hacer nada, no habría foco ni prioridades, tampoco habría estructura ni orden, se produciría una acumulación de tareas, sentiríamos inseguridad y la situación nos produciría agobio, enfado y estrés”.
La directora de “Educar en Calma” considera imprescindible que los adultos “asumamos la responsabilidad de las rutinas, para lo cual no hay reglas fijas, ya que las mejores son las que cada familia aplica, según sus necesidades”.
Descubrir los beneficios
“Los niños conocen la estructura del mundo a través de sus adultos de referencia”, dice la coach Elisa Molina; “la infancia te cuece a fuego lento y es cuando los adultos hemos de mostrarles cómo disfrutar de la vida, el aprendizaje de herramientas, el trazado de sus relaciones de modo armonioso, ser capaces de sembrar la confianza y la conexión, la adquisición de habilidades para el mundo que está por venir, a ejercer la libertad y, cómo no, a establecer las rutinas necesarias”.
Elisa Molina nos invita a descubrir los beneficios de mantener algunas rutinas en la vida de las personas:
Seguridad. Establecer rutinas nos aporta tranquilidad y seguridad.
Orden. Proporcionan estructura a nuestra vida.
Descubrimiento. Nos permiten redescubrir el entorno en el que nos movemos.
Equilibrio. En nuestras emociones.
Organización. Permite que establezcamos un planning de tiempo.
Valores. Los adultos de referencia transmitimos nuestros valores a niños y adolescentes, permitiéndoles que, conformen crezcan, vayan estableciendo los suyos propios.
Cooperación. Asumir los hábitos establecidos en la familia nos genera el sentimiento de pertenencia al clan, al grupo, al equipo.
Evitación. Cuando existe un esquema de acción, desaparecen las luchas de poder; las cosas se hacen no “porque lo digo yo, que soy padre o madre, sino porque es lo que da orden a nuestra estructura familiar, de equipo.
La directora de “Educar en Calma” propone que “las rutinas han de ser claras, concisas, entendibles, beneficiosas, conocidas por todos, visibles y que respondan a las necesidades”.
Recomienda, además, que tales hábitos se introduzcan en la dinámica familiar “sin imposiciones, sin control alguno, pues en el caso contrario no durarán mucho”; “es cierto que se aplican mejor en edades tempranas, pero no hay que olvidar a los adolescentes, etapa que constituye una segunda oportunidad para establecer los vínculos emocionales familiares”.
Flexibilidad
Conozco a más de una pareja con hijos para quienes las rutinas son cerradas, de acuerdo a un horario fijo que no pueden saltarse en ninguna ocasión. De esta manera, si hoy son las 20 horas, toca baño. No es relevante que el niño o la niña esté terminando de estudiar para un examen el día siguiente, o que haya llegado agotado de su clase extraescolar.
Sin embargo, establecer rutinas es algo que puede hacerse con flexibilidad, tal y como explica Molina: “es importante que no confundamos estos hábitos con el horario, pues las horas a las que se hace esto o aquello nos sirven como orientación, pero sin rigidez”.
“Las rutinas han de introducirse paso a paso, teniendo en cuenta qué es lo que nos interesa poner en foco”, dice Elisa Molina; “o bien los días de la semana para las clases extraescolares, o el tiempo de la madre para asistir a sus clases de baile, o el del padre para sus clases de yoga, ya que existen rutinas de proceso, de tarea, de día, semana, mes o año”.
“¿Qué ocurre si hoy no puedo llevar a cabo la rutina?” se pregunta en alto Molina; “pues no pasa nada, ya que de esta forma enseñamos a nuestros hijos la flexibilidad, a disfrutar e incorporar hábitos nuevos”; “según van creciendo, es conveniente que los niños y adolescentes vayan flexibilizando, vayan fluyendo”.
Diseñar un plan de acción
Existen rutinas de tareas (apagar la luz cuando salimos de un cuarto), de procesos (lavarse los dientes), de día completo (se puede ilustrar mediante imágenes, con fotos o dibujos), semanales (con imágenes de las diversas actividades), mensuales e incluso anuales (destino de las vacaciones, desplazarse para esquiar, viajar para celebrar las navidades con la familia).
La coach Elisa Molina nos recuerda que, para establecer rutinas, requerimos un plan de acción:
Identifica qué necesitas organizar.
Habla con tu familia y busca posibles soluciones.
Llega a acuerdos.
Ordenadlos juntos.
Sitúa las rutinas de modo visible, mediante pictogramas, ilustraciones o fotos.
Establece las rutinas paso a paso, dando tiempo para interiorizarlas a todos los miembros de la familia.
Recuerda que del error se aprende. Si se equivoca en el desempeño de la rutina, deja que tu hijo piense.
Permite que niños y adolescentes tomen sus propias decisiones tras reflexionar.
Evita los “te lo dije”, evita juzgar.
Recuerda que el establecimiento de las rutinas es un proceso amoroso, sin juicios, con compasión empática y, sobre todo, flexible y con buen humor.
Decía el psiquiatra austríaco Rudolf Dreikurs que “la rutina diaria es para los niños lo que las paredes son para una casa; le da fronteras y dimensión a la vida, aporta una sensación de seguridad y un sentido del orden, del cual nace la libertad”.
¡Felices Rutinas! ¡Feliz Coaching!
Y recuerda que…
Una rutina es una costumbre o hábito para hacer cosas de forma práctica y más o menos automática.
Niños y adolescentes conocen la estructura del mundo a través de sus adultos de referencia.
Es importante que no confundamos el establecimiento de determinadas costumbres con los horarios.
Recuerda que se trata de un proceso amoroso, sin juicios, flexible e instituido con buen humor.
Seguridad, orden y equilibrio son los beneficios principales de las rutinas en familia.
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