¿Qué ocurre en nosotros cuando sufrimos por algo o por alguien? ¿O es por nosotros mismos? ¿Qué beneficio obtienes a cambio de padecer penas? Quizá sientas lo contrario, un perjuicio. Sea como sea, ¿quieres dejar de sufrir? Desde el Coaching, te doy alguna pista
Dicen los expertos que el sufrimiento es adictivo, pues nos enganchamos a ese malestar. Esto ocurre porque obtenemos un beneficio emocional, como puede ser la compasión ajena, incluso la autocompasión, que a su vez nos hace entrar en un círculo falsamente hedonista puesto que es a través del dolor. No en vano, una de las acepciones del término sufrimiento es la siguiente: satisfacer por medio de la pena.
En uno de los episodios de “Big Little Things” (Pequeñas grandes cosas), que se sitúa entre mis series favoritas, uno de sus personajes reconoce, en un momento dado, que los malos tratos sufridos le daban poder, pues tras cada episodio de esas características, la otra persona sentía culpa y se mostraba sumisa.
Dolor, pena y sufrimiento tienen variadas fuentes de origen y retroalimentación; te propongo que identifiques las tuyas:
Nos hacen el fantasma. Ocurre cuando una persona a la que queremos desaparece por voluntad propia. Nuestra reacción puede ser perseguirla, autocompadecernos porque no nos quiera o también podemos confrontarla. Tras ese dolor, ¿qué hay?
Quizá descubramos en nosotros un apego inseguro e insano; esa persona se va porque no quiere seguir; es su decisión, tan legítima como cualquier otra. Ante esto, te invito a que entrenes el respeto, sumado a la aceptación y al dejar fluir.
¿Cómo resolver? Bien mediante un mensaje de voz, bien de forma presencial si lo permite, puedes expresarle que estás aquí y que cuando lo desee puede volver. Te propongo que expreses justo lo que sientes, por ejemplo: “me gusta estar contigo, pero respeto lo que decidas; voy a darte tiempo”.
De esta manera, cerramos la puerta del sufrimiento y dejamos una ventana abierta para esa persona a la que queremos.
Puede que su opinión no cambie, pero el amor que le damos seguirá vivo. Tal y como dice José María Doria, de Escuela Transpersonal, “amar a un ser humano es ayudarle a ser libre”.
Cargamos con una mochila ajena. En ocasiones, alguien nos cuenta una historia, mostrándose visiblemente afectada y lo que nos provoca va más allá de la empatía. De modo que, cuando se va, deja en nosotros una sensación de malestar, tristeza y rabia, incluso con una misma. ¿Qué ha pasado para que hayamos cargado con esa mochila emocional? Sencillamente nos hemos dejado llevar, pasando por delante de la empatía o ponernos en el lugar de, a la simpatía, esto es, colocándonos en su posición, pero tomando partido.
Te propongo utilizar la herramienta del director de escena, esto es, situarte desde fuera, pues así podrás verte desde fuera de una forma más objetiva, evitando de este modo recoger mochila alguna. Este peso no es más que la liberación emocional de la otra persona, quien es posible que ni siquiera sospeche que su interlocutor está tomando el relevo que ella ha dejado sobre la mesa.
Alergia a conductas tóxicas. Aunque la conducta de otra persona sea tóxica para nosotros en un momento dado, no quiere decir que lo sea para el resto, ni tampoco todas las veces. Sin embargo, es probable que vuelva a manifestarse así si nosotros no lo paramos. Esa toxicidad se expresa tanto en la expresión verbal como en la no verbal, con gestos y ademanes, con juicios y críticas que pueden dejarnos poso de dolor, ira y tristeza; en suma: sufrimiento.
Te propongo expresar lo que sientas, pidiendo respeto a tu emocionalidad, que es legítima. También puedes sugerirle un cambio de tema, haciéndole ver que entra en un bucle tóxico que te afecta.
Porque no nos agradecen. En el caso de que hagamos un favor que no nos agradecen. También puede provocarnos sufrimiento. Te propongo aquí una pregunta: ¿dicha persona nos ha pedido el favor de forma expresa? Si es que no, es posible que hayamos asumido el rol de salvador, basándonos en lo que intuimos del otro, en lugar de dirigir esa intuición hacia nosotros mismos.
Puede también enmascarar un beneficio, como es que hacer de salvadores nos permitirá huir de nuestras propias confrontaciones, que también duelen.
Te invito a que tengas en cuenta que los favores han de ser pedidos, pues, de esta manera, quien los solicita es consciente de su demanda. No obstante, nadie está obligado a hacerlos; aquí entra en juego la lealtad hacia una misma: ¿quieres hacer ese favor? ¿puedes hacer ese favor?
Nos muestran deslealtad. Escena en la que dos personas acuerdan algo, quedando un pacto verbal entre ellas. Sin embargo, ante una tercera persona, una de las primeras modifica su opinión, coincidiendo con la del nuevo miembro del grupo. O también asume el rol de mediador, una especie de árbitro que deja a su primera amiga en la estacada.
Si es ésta una de tus fuentes de sufrimiento, te propongo que analices la situación empleando la compasión empática. En primer lugar, ese cambiar de opinión dice más de la otra persona que de ti. Puede ocurrir que sienta miedo a la reacción del otro, pero no a la tuya, puesto que sabe que le aprecias y que de algún modo “te tiene segura”. Como desea quedar bien con el otro, muestra una conducta desleal contigo.
Aquí la herramienta que te invito a utilizar es la llave D.E.P.A. (Descripción, Emoción, Petición y Agradecimiento): “en esta situación acordamos algo y al reunirnos con una tercera persona has modificado tu criterio” sería un ejemplo de descripción de la escena, que te invito que hagas en el lenguaje y tono más neutro que te sea posible.
La emoción puede manifestarse de forma más concreta: “lo cual me provoca rabia y/o tristeza y/o sentimiento de soledad”, seguida de la petición: “por lo que te pido que modifiques esa conducta, o que seas claro y sincero desde el principio, pues así sabré a qué atenerme la próxima vez”. Y finalizamos con el agradecimiento: “Gracias por entenderme”.
Si intentan manipularnos emocionalmente. Cuando, al realizar una demanda emocional por una conducta que nos ha dolido de la otra persona, ésta, lejos de pedir disculpas o manifestar empatía, nos intenta convencer de que lo que es errónea es nuestra reacción.
Te propongo detenerte unos instantes, para darte cuenta de que estás sufriendo un intento de manipulación. Como herramienta, te invito a utilizar un planteamiento sencillo, del tipo: “estás haciéndome luz de gas, por lo que deseo detener esta conversación, ya que mi demanda no te llega; te pido que respetes mis sentimientos, mi visión de la situación. Gracias”
Por sentir angustia. Sumando el sentimiento de culpa por el pasado y la preocupación por el futuro, nuestra carga en el presente es la angustia, la cual vivimos con sufrimiento.
La herramienta que te propongo aquí es la técnica del Mindfulness, que se basa en vivir el momento presente, puesto que el pasado no se puede cambiar y el futuro es imposible preverlo.
Al igual que la culpa, el sufrimiento es un sentimiento inútil para el objetivo de llegar a ser felices. No obstante, tiene su para qué. Por eso te propongo que indagues en tus “paraqués”, en lo que está detrás de tu sufrimiento.
Y añado uno de esos aforismos que quizá inviten a reflexionar: “Me perdono el daño (sufrimiento) que me causo a través de los demás”
¡Feliz Confrontación! ¡Feliz Coaching!
Y recuerda que…
Dicen los expertos que el sufrimiento es adictivo, porque obtenemos un beneficio emocional
Dolor, pena y sufrimiento tienen variadas fuentes de origen y retroalimentación
Entre los orígenes del sufrimiento está el que sentimos cuando una persona querida desaparece por voluntad propia, alejándose de nosotros
Cargar con la mochila emocional ajena puede causarnos dolor emocional
Herramientas como el respeto hacia el otro, la técnica del director de escena, la sinceridad, la D.E.P.A. o el Mindfulness pueden ayudarnos a confrontar y alejar el sufrimiento
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