He vuelto a ver “How to make an American quilt”, una deliciosa y certera película estadounidense en la que se nos cuenta una historia profunda, de gran calado, aunque parezca que no pase nada. En ella se habla del amor entendido de siete formas distintas, tantas como laboriosas mujeres afanadas en terminar la colcha patchwork y entregársela, a tiempo, a la novia protagonista
“How to make an American quilt”, dirigida por Jocelyn Moorhouse en 1995 y con interpretaciones estelares de una jovencísima Winona Ryder, amparada por un coro de prestigio (Lois Smith, Maya Angelou, Kate Nelligan y, por supuesto, Jean Simmons, Ellen Burstyn y Anne Bancroft), es un delicioso film.
Es de esas películas que, cada vez que se vuelven a ver, aportan una nueva lectura, dan una visión diferente y más rica, en este caso concreto, del amor.
Porque la traducción literal, “Cómo confeccionar un edredón americano”, se ha sustituido en español por lo que bien podría ser el subtítulo de esta brillante historia: “Donde reside el amor”.
Todo gira en torno a la confección de una colcha Patchwork, a partir de cuadrados de tela en los que se van superponiendo retales, los cuales, a su vez, dan forma a una escena, a modo de cuadro textil. Cuando los cuadrados están terminados, se cosen entre sí, dando lugar a la colcha o American quilt.
La traducción de Patchwork es, curiosamente, “labor de retazos”, lo que da aún mayor sentido a la imbricación de todos los elementos literarios (está basada en la novela homónima de Whitney Otto) y cinematográficos de esta historia de amores diversos.
¿Existe el amor verdadero?
Ésta es la cuestión que surge durante el recorrido que hace esta película, a través de las interpretaciones distintas que de tal valor hacen sus protagonistas. Todas ellas son mujeres. Todas y cada una expresan su particular visión del amor, tal cual les tocó vivirlo, tal cual lo experimentaron.
Y es así como lo plasman en la parte de la colcha que les corresponde, en su propio y personal recuadro. El personaje de Sofía, por ejemplo, cose el recuerdo del estampado de su vestido, el día en el que fue al lago con su primer amor.
Anna, encargada de la armonía final de la colcha, recuerda la historia de su bisabuela, a quien un cuervo fue guiando hasta quien sería su marido. Ella es el penúltimo eslabón en esa cadena transgeneracional, que ahora cede a su hija Marianna.
Ésta, una joven cosmopolita formada en Europa, borda un magnífico corazón que engloba a su vez varias escenas, en una de las cuales la Torre Eiffel representa su relación con el único hombre de quien no tiene fotografía.
Hy y Glady Joe plasman el amor fraternal. Una relación cruzada en la que se produce un duelo, una pérdida y donde la unión entre ambas hermanas sobrevive al paso del tiempo.
El personaje de En, interpretado por la actriz Jean Simmons, dibuja con los retazos de tela una viva paleta de colores. Es el símbolo de su amor hacia el apasionado e idealista pintor cuyas infidelidades se han sucedido durante años de matrimonio.
Constance, por su parte, traza el perfil de seis flores amarillas que representan el jardín donde está enterrada Chiqui, su perrita de raza Caniche, que su marido trajo a casa y que, de alguna forma, simboliza el amor que hubo entre ellos.
Son siete historias que se funden con la de la protagonista, Finn, interpretada por Winona Ryder, quien, envuelta en su colcha patchwork, llega hasta donde reside el amor.
Dice el terapeuta gestáltico Jorge Bucay que “el amor que verdaderamente somos capaces de sentir y el que esperamos que otros puedan sentir por nosotros no es ningún sentimiento sublime e ilimitado”; “no es una emoción reservada para unos pocos, ni tampoco algo que se siente exclusivamente en un momento de la vida frente a una única persona”.
Este experto define el amor como la forma en la que la otra persona “se ocupa de ti, se alegra con tus logros y respeta tus elecciones por lo que, sin lugar a dudas, te quiere”.
También hay química
Hay otra mirada del amor, desde la neurociencia. Adina Bunoiu, coach experta en procesos de ansiedad, nos recuerda cómo es la química del amor: “los neurotransmisores son las biomoléculas que hacen gran parte de la magia, ya que son sustancias generadas por nuestro cuerpo para transmitir información entre neuronas, o desde éstas hasta las glándulas y células del organismo”.
“Los neurotransmisores tienen una misión trascendental en nuestras vidas, pues hacen posible la coordinación de las emociones, que nuestro cerebro decodifica y envía a través de la información de éstos y de su composición química”.
“No es casual que la oxitocina sea conocida como la hormona del abrazo o del amor”, dice Adina Bunoiu; “ya que aparece a la hora de fortalecer los vínculos emocionales o también en el momento de establecer relaciones afectivas”.
Desde el Coaching, te propongo seguir los tips que Adina nos da para mantener los niveles adecuados de esta hormona del amor:
Abraza. Mi amiga Silvia me lo decía ayer mismo: “no sé qué me pasa, que no dejo de dar abrazos”. Tras asentir, le propuse que siguiera haciéndolo, que no perdiera la costumbre, ya que hace bien tanto a quien los da como a quien los recibe.
Medita. La meditación consiste en estar presente en ti y en el momento. Es ser consciente del aquí y ahora, por lo que puedes hacerlo mientras cocinas, coses, tejes o planchas.
Piensa en positivo. Te puede ayudar la sonrisa. Te propongo que, cada vez que te acuerdes, sonrías, pues advertirá a tu mente de que todo va bien, lo cual afectará a tus pensamientos y te producirá bienestar emocional.
Come chocolate negro. El cacao es considerado el alimento de los dioses, dado que estimula la secreción de oxitocina (reconozco que, aún antes de saber el poder beneficioso de este alimento, lo comía y lo sigo comiendo; soy fan del chocolate negro, en pequeñas dosis, claro está)
Procura hacer actos movidos por la generosidad. Es un entrenamiento, así que te propongo que empieces paso a paso, siendo consciente de que la generosidad es beneficiosa para tu vida.
Agradecimiento. Te invito a reconocer los dones que tienes: ¿tienes una figura bonita? ¿sabes cantar? ¿eres guapo? ¿tienes habilidad para conectar con los demás? ¿vives en un hogar feliz? ¿has logrado un trabajo que te apasiona? ¿has conseguido la casa de tus sueños? Todos y cada uno de las habilidades y logros puedes agradecerlos.
Da o recibe regalos. Me encanta regalar, especialmente cuando encuentro algo que sé que agradará a otra persona a la que aprecio. Suelo hacerlos sin más motivos, “porque hoy es hoy”, aunque no caiga en cumpleaños o aniversario; ¿te apuntas a seguir esta iniciativa?
Confecciona una colcha patchwork o American quilt. En este caso, tal y como dice Anna, personaje interpretado por la actriz Maya Angelou, “para la confección de una colcha hay que elegir las combinaciones con cuidado; una buena elección realzará la pieza, mientras que una mala deslucirá los colores, ocultando su belleza original”; “no hay normas establecidas; tienes que dejarte guiar por el instinto y tienes que ser valiente”.
Intuición, valentía y autoconfianza son un mix de primer orden para llegar hasta el amor. Te invito, aquí y ahora, a que empieces a practicar el amor verdadero.
¡Felices Amores Verdaderos! ¡Feliz Coaching!
Y recuerda que…
El amor no es algo que se siente exclusivamente en un momento de la vida o frente a una única persona.
Ocuparse de la otra persona, alegrarse con sus logros y respetar sus elecciones son formas de amarla.
“No sé qué me pasa, que no dejo de dar abrazos”, dice mi amiga Silvia.
Sonreír puede ayudarte a pensar en positivo.
Sé generoso, agradece, medita y haz regalos para ser capaz de dar y recibir amor.
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