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  • Foto del escritorSilvia Resa López

Comer para cubrir el dolor

Cuando sufrimos algún cambio vital, sea una mudanza, un despido, tener un hijo, dejar de fumar o una separación de pareja, la ansiedad y el dolor que nos produce tratamos de amortiguarlo, en ocasiones, a través de la comida. Sea por exceso, sea por defecto en la ingesta, lo interesante es asumir la responsabilidad, evitar la culpa y sanar las heridas; ¿qué hay detrás de ese hábito alimentario? ¿qué dolor manda en tu dieta?, ¿qué herida estás tapando? Desde el Coaching, te acompaño



Hace años, la madre de una compañera de colegio se sinceró con la mía, en un momento en el que ambas preadolescentes estábamos cerca. "Si te digo la verdad, no sé qué es lo que me engorda”, decía esta señora a mi madre, mientras engullía sin más preámbulos la tapa de chorizo frito que tenía por delante; "debe de ser el agua”.

En ese momento miré a mi madre, campeona mundial de la diplomacia, en quien no vi siquiera un asomo de burla o de juicio. Tras una pausa, le dijo: "quizá pueda tratarse de retención de líquidos”.


Ahora, al recordar la escena, no puedo evitar sonreír y no con la intención de hacer mofa y escarnio de la madre de mi amiga, quien padecía lo que hoy se califica, sin ambages, de obesidad. Sonrío porque, como adulta, soy capaz de sentir empatía con aquella señora, ya que ¿quién no ha puesto alguna vez excusas para justificar un apetito desmedido, o todo lo contrario?


Conflicto de silueta


“Todos los cuerpos son bonitos, si los habita una persona feliz”, dice Piedad Pérez, terapeuta especializada en Programación Neurolingüística y disciplina Sistémica; "pero, para ello, es interesante observar cómo nos afectan los traumas o vivencias de la infancia en la relación que establecemos con la comida”



Esta experta ha participado en el congreso virtual Alimentación con Consciencia, organizado por Paulina Peña y León Von Hohenheim, fundadores de la formación con el mismo nombre, que se ha celebrado recientemente.


Creencias, insatisfacciones, determinadas conductas compulsivas, la desvalorización, la desmotivación, el estrés e incluso algún que otro beneficio emocional crean la infraestructura del gran conflicto que podemos llegar a desarrollar con la comida.

"Por una parte, sabes que has de adquirir una conducta determinada y cómo hacerlo”, dice Piedad Pérez, que emplea una metáfora al referirse al comportamiento para enmendar el exceso o el defecto de peso; "pero éste es sólo uno de los remos”.


"El segundo remo tiene que ver con la parte mental y emocional; si resulta que no utilizo ambos al mismo tiempo, navegaré en círculos, sin avanzar; por ello, conocerse a nivel mental y emocional ha de constituir una herramienta a mi servicio y no en mi contra”.

La premisa de esta terapeuta parte de que, al igual que necesitamos nutrirnos para vivir, los pensamientos sobre nosotros o las creencias sobre lo que debemos y no debemos hacer también forman parte de dicha nutrición.



"Antes de incorporar lo nuevo, sería bueno quitar algo, especialmente lo que no te está sirviendo, lo que te entorpece”, propone esta terapeuta; "sólo con esto es posible que te sientas mejor”.


Este equilibrio de restar para poder añadir no sólo se refiere a la ingesta de alimentos, sino también al pensamiento, por lo que Piedad Pérez nos invita a identificar aquellas creencias sociales que no nos sirven y eliminarlas, para alimentarnos con las que coadyuven a nuestro propósito.


Son cuatro los conflictos que Piedad Pérez identifica en lo tocante a nuestra relación con la alimentación, también la emocional, y que tienen que ver con nuestra experiencia de la infancia: abandono, carga-resistencia, no existencia y silueta.


  • Conflicto de abandono. Cuando sentimos abandono, nos conectamos con el peligro. Como en la naturaleza el hecho de ser grande y fuerte garantiza la seguridad, nuestro cerebro subconsciente se aplica a "hacernos más y más grandes” para sobrevivir, "esta orden biológica está grabada en el inconsciente”, dice Piedad Pérez.

  • Conflicto de carga-resistencia. Al sentir que no se puede con la situación, que es demasiado para uno mismo, surge la creencia de que no se es suficiente, pues dicho peso "no me corresponde”. Dice Piedad Pérez que este conflicto se expresa en un crecimiento del área de la espalda y los brazos, pues "necesito ser muy fuerte para sostener tan tremenda carga”.

  • Conflicto de no existencia. Es como sentir que no te ven ni te oyen, por lo que "si no me ven ni escuchan, me hago todo lo grande que haga falta”. La reacción a tal conflicto se expresa en la proliferación de grasa en torno a todo el cuerpo.

  • Conflicto de silueta. Aquí hablamos de la desvalorización que se siente hacia el propio cuerpo, "cuando lo que sientes que eres y lo que ves en el espejo no coincide”, dice Piedad Pérez; "cuando no eres capaz de mirarte, de tocar tu cuerpo”. La experta en PNL sitúa el origen de este conflicto "en algún momento en el que se adquiere la creencia de que, para ser amado, se debe ser de alguna manera determinada”


"Esto último no es cierto”, apostilla Piedad; "puesto que todos y cada uno somos merecedores de todo el amor del mundo, sólo por el hecho de existir”.

Hazle una visita a tu niño herido


"¿Qué haces hoy para ayudar a ese niño herido de tu infancia?”, se pregunta en voz alta Piedad Pérez, a modo de pregunta retórica.

"Nuestra mente inconsciente, que representa el 95% del total, está influida por nuestro transgeneracional, ya que las emociones también se heredan”, dice esta experta; "mientras somos niños no contamos con la suficiente información, ni tampoco con los recursos necesarios por lo que requerimos que nos cuiden”



Según esta experta, lo que nos pasa en la infancia, si no sabemos gestionarlo, se queda impreso cual programa, lo que tendrá una repercusión en nuestros cuerpos de adultos, así como en la manera en la que nos relacionamos con la alimentación.


"Siempre estás a tiempo de vivir una buena infancia”, dice la terapeuta, parafraseando al psicólogo finlandés Ben Furman, e invitándonos a "aprender a recibir el amor en la manera en la que el otro te lo sabe dar, incluso de adultos”.

El ejercicio al que nos invita Piedad Pérez se basa en la comprensión, la compasión empática y la conexión con nuestro niño original, para resarcir sus heridas.


"Se trata de mirar a la infancia con unas gafas nuevas, entendiendo que al igual que una misma cuenta con un programa inconsciente que la lleva a actuar de una manera determinada, lo mismo les ocurrió a los padres con anterioridad”, dice la terapeuta especializada en PNL; "ahora que lo sé, puedo sentir empatía, por lo que, en un momento en el que coma compulsivamente, he de entender que soy inocente, no culpable”.


En esta línea, la experta nos invita a hacer una visita a nuestro niño herido: "ahora que soy adulta, me responsabilizo de cuidar a esa niña, aportándole todos los recursos emocionales que hubiera requerido en ese momento”

Una muñeca de trapo puede representar a la perfección a nuestra niña interior, aunque mediante la escritura emocional también le podemos explicar que no está sola, dándole todo el amor que antes no recibió.


A través de este viaje a nuestra infancia, es posible restañar las heridas de entonces, mejorando nuestra relación con la alimentación, e incrementando nuestro bienestar emocional. Piedad Pérez nos propone que tal itinerario lo realicemos acompañados de un profesional, sea terapeuta o coach.


Y nos invita a hablar con los más pequeños: "ese amor que le darías a tu niño interior, muéstraselo a tu hija; no vale únicamente con que lo sepas tú, has de hacer que él o ella lo sienta tal cual”.



¡Feliz Sanación Infantil! ¡Feliz Coaching!


Y recuerda que…

  • Cuando sufrimos un cambio vital, sea una mudanza, un despido o la llegada de un hijo, la ansiedad que nos produce tratamos de amortiguarla a través de la comida.

  • Todos los cuerpos son bonitos, si los habita una persona feliz.

  • Al igual que la comida, los pensamientos y creencias sobre nosotros mismos forman parte de la nutrición requerida para vivir.

  • Ahora que soy adulto, me responsabilizo de cuidar a ese niño, aportándole todos los recursos emocionales que hubiera requerido en su momento.

  • A través de este viaje a nuestra infancia es posible restañar las heridas de entonces, mejorando nuestra relación con la alimentación.

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