Cada año, al llegar estas semanas de vacaciones, me da por pensar que agosto es un mes extraño. Llevamos unas rutinas, muchas veces necesarias, que se paran en seco, pues "ahora hay que descansar”.
Bien, pero ¿qué pasa con los amigos con los que casi ni nos vemos durante los once meses restantes? No sé a ti, pero a mí me pasa que las amistades suelen estar bastante ocupadas de enero a julio y posteriormente desde septiembre a diciembre. Y en agosto, claro está, imposible porque van a la playa, al pueblo o a una ruta de barranquismo.
Así que llega agosto y pasa algo similar a lo que decía mi abuela, la sevillana: "parecemos hormigas en un hormiguero que alguien acabe de pisar, cada una sale en una dirección, rápidas y sin objetivo”. Eso mismo.
Parece que huimos. Cada vez más lejos y a mayor velocidad. Como si nos quemaran los pies. Como si tuviéramos que soltar un exceso de ¿miedo?, ¿ira? Sonrío al pensar en la metáfora de la noria del hámster, donde el animalito corre y corre sin parar para llegar a ninguna parte.
Igual le vendría bien a más de uno que contara con una elíptica, esa maquinita que funciona mediante una dinamo que, a su vez, carga el propio deportista al caminar sobre unos pedales, acompañándose de unos bastones. (Vuelvo a sonreír al recordar la descripción que el humorista Leo Harlem hace de su primera vez en la elíptica: tronchante)
Y también pienso en uno de mis vecinos, que parece casi siempre de mal humor, por todo y con todos. Su última hazaña, previa a su partida de vacaciones playeras, ha sido colocar unos carteles en las áreas comunes con la prohibición de consumir alimentos o bebidas.
Vaya por dios, con lo necesitada que estaba esta comunidad de vecinos de humanizar sus relaciones y llega este individuo a ponernos palos en las ruedas. Quizá el efecto de la elíptica no sería suficiente; en este caso. Digo.
¿Y si viajamos al interior?
Viajes al exterior, sean o no destinos foráneos pero ¿qué hay del interior? Y no me refiero al turismo local, sino aún más dentro, a nuestro propio interior.
Quizá da un poco de aprensión, porque con nuestra porción más interna pasa un poco como con el trastero que no ordenamos desde hace años: ¡a saber lo que habrá ahí, ¿verdad?!
Por eso, si eres de las personas que tomas vacaciones en agosto, te propongo que cojas tu Diario Coaching y respondas a las siguientes cuestiones:
¿Cómo me siento hoy? (Tanto física, como psicológico-emocional como espiritualmente) Si te es posible, escribe las palabras que definan tus estados. Presta especial atención a las emociones, a tu ánimo: tristeza, ira, miedo, soledad, cansancio, vulnerabilidad, incertidumbre…
¿Qué es lo que me apetecería hacer? ¿quizá mejorar mi estado de ánimo? ¿qué hago con las emociones que siento en este momento?
¿Qué actividades puedo hacer que me permitan fluir, dejarme llevar sin ocultar lo que bulle en mi interior? (Te propongo una tormenta de ideas, de modo que escribas todo lo que se te venga a la mente en este momento)
¿Qué impedimentos existen para que lleve a cabo tales acciones?
¿Cómo puedo resolverlos? ¿Cuándo?
¿Cómo organizo mi día a día durante mis vacaciones? (Te invito a que escribas el tiempo diario que te concedes para gestionar tu ruta hacia el interior, anotando las actividades que más te motiven)
¿Cuáles de estas actividades me conviene seguir practicándolas el resto del año?
Para quienes habéis llegado hasta aquí, os revelo algunas de las cosas que estoy haciendo en este agosto extraño.
Hasta que lleguen los días en los que visitaremos una ruta enoturística (ya os contaré), he creado la mía propia, espirituemocional por más señas, de forma que cada día realizo un tiempo de meditación.
Para meditar, suelo escoger mi método IronCoaching, esto es, reflexionar y formular preguntas mientras plancho. Pero también doy largos paseos matutinos, al estilo en que mi otra abuela, la gallega, se refería “con fresquito y como si te persiguiera alguien” (era toda una fondista, a su manera)
Reflexiono, me hago preguntas, procuro responderlas y escribo. Paso a paso sigo mi ruta que, ésta sí, tiene destino.
Por cierto, aplicándome el principio de que la hormona del estrés se reduce mediante el ejercicio físico, me he regalado una elíptica. Por el momento, no paro de reírme cada vez que me subo, ya que hay ocasiones en las que los bastones llegan a ser traicioneros. Ahí lo dejo.
Desde el Coaching y con una de mis herramientas preferidas, el buen humor, te invito a que crees tu propia ruta vital hacia el interior. Para que así descubras, como estoy haciendo yo misma, qué hacer con el mes de Agosto.
¡Feliz-Feliz Agosto! ¡Feliz Coaching!
Ilustraciones: Ágata del Barco
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