Hoy es la fiesta de difuntos. El día en el que recordamos de forma especial a aquél o aquéllos que ya no están con nosotros.
Puede que no sea preciso acudir al cementerio para rendirles homenaje; sin embargo, para muchas personas este ritual les ayuda a sentirse acompañadas, al tiempo que conectadas con ese ser especial al que no tuvieron más remedio que decir adiós.
Desde hace meses, unos familiares tienen las cenizas de su padre fallecido en una urna, sin saber muy bien qué hacer con ella. Desean hacerle un gran homenaje, dado que, al fallecer el pasado 31 de marzo, no fue posible entonces.
Una pista de tenis, deporte en el que destacaba el finado, el mar y hasta una maceta han sido algunas de las opciones manejadas. Les he propuesto la alternativa de un bosque de cenizas.
Se trata de un lugar en el que se puede escoger el punto concreto en donde esparcir las cenizas de nuestro ser querido. Se permite plantar un árbol, e incluso echarlas a un lago o repartirlas en un campo de flores de lavanda.
El lugar en el que pienso está situado cerca de la ciudad, con lo que se puede ir a visitar a ese ser querido tan a menudo como deseemos.
La conversación
Sea en el camposanto, sea cualquier otro lugar donde visites a ese ser especial, la acción puede resultarte difícil. Un duelo a medias o incluso sin realizar puede provocarte dolor y sufrimiento.
Desde el Coaching te propongo una herramienta: la conversación con tu difunto.
1. Sitúate, mental y/o físicamente, frente a la lápida o el lugar en el que yace tu ser querido. Colócate en una postura relajada, tranquila y lo más serena que te sea posible. Te propongo que hagas tres respiraciones profundas.
2. Salúdale. Te invito a que emplees frases sencillas, coloquiales, del mismo estilo que las que usabais cuando os comunicabais antes de su fallecimiento.
3. Expresa el sentimiento que te ha llevado a visitarlo. ¿Cuál es tu emoción más fuerte? Puede ser tristeza, también ira o miedo. Habla de ella con tu ser querido. Te propongo que seas consciente de la emoción que te aflige.
4. Háblale de los sentimientos positivos. ¿Sientes paz? ¿te encuentras serena? ¿te sientes acompañada por el cariño que tenías a esa persona?
5. Sean de alegría o debidas a la tristeza, las lágrimas acompañan y consuelan. Son legítimas. También las sonrisas sinceras.
6. Recuerdos. Compártelos durante la conversación con tu familiar y/o ser querido. Acuérdate de todos los buenos momentos que puedas. Haz mentalmente un álbum en el que “recortes” las fotos que recojan esos ratos inolvidables.
7. Te invito a que le des las gracias. Si te vienen al recuerdo escenas poco agradables, quizá de discusiones o de desencuentros con esa persona, te propongo que las guardes en una caja imaginada, expresando en alto tu propio mantra.
Te propongo el siguiente: “cada uno hacemos aquello que hemos de hacer en cada momento” y también: “gracias a todo aquello, soy la persona que he logrado ser”
Deja una flor, o simplemente tírale un beso, al tiempo que te despides hasta la próxima visita. Te invito que dejes aflorar tus sentimientos de paz, serenidad y gratitud.
Por cierto, pensar en la propuesta realizada a mis familiares me ha hecho reflexionar en algo: cómo me gustaría seguir presente en el recuerdo de quienes me quieren. El bosque mencionado se me antoja el mejor lugar.
Es más: si fuera posible, que plantaran un ciprés, como símbolo de algo con lo que uno de mis mentores bromea continuamente: la inmortalidad, pues somos ya algunos los pertenecientes al Club de los Inmortales.
¡Feliz Día de Difuntos! ¡Feliz Coaching!
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