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  • Foto del escritorSilvia Resa López

¿Cómo eres de impaciente?

¿Es la paciencia uno de tus valores? ¿Cómo aplicas la tolerancia en tu día a día? ¿Sabes que al impacientarte incrementas los niveles de estrés, tuyo y de los demás? ¿Conoces el poder que tiene la calma en la comunicación interpersonal e incluso contigo mismo?



¡Ay Señor, dame paciencia! Es una frase que solía escuchar a algunas de mis personas favoritas, sobre todo durante la infancia. Posteriormente, alguien apostilló “¡pero dámela ya!”, lo cual me ha hecho sonreír al recordarlo, más de una vez.

Es cierto que, cuando deseamos conseguir algo, surge dentro de nosotros una fuerza incontenible en forma de prisa, como si alguien pensara “esto ya debería estar hecho”.

Al recordar tales sensaciones, me he parado a pensar qué es la impaciencia, cuál es su relación con la atención plena o vivir el momento presente y qué significado tiene para mí su opuesto, la paciencia, como valor.


Hace unos días recordaba determinados hechos vividos con una de mis personas favoritas. Cada cual tenía su propia memoria al respecto. La mía se centraba en que fui la persona que resolvió, yendo rápidamente a la acción.


Sin embargo, la memoria de la otra persona la llevó a expresar que me había adelantado, con lo que no le dio tiempo a reaccionar o a responder en modo alguno.

Y claro, esta respuesta hizo algún que otro rebote en mi mente hasta que, de repente, me di cuenta de algo: en aquel momento yo me había precipitado en la acción, sin valorar que se trataba de un tema de dos y sin apreciar las posibles consecuencias. No medí, tan sólo fui impaciente (lo fue mi conducta).


Esta experiencia me ha llevado a revisar algunas de las respuestas que he tenido desde entonces. De nuevo una epifanía, pues en un gran número de ocasiones no he actuado de forma paciente.


El valor de la paciencia


Para definir la paciencia, voy primero a su contrario, la impaciencia, es decir, la intranquilidad producida por algo que nos molesta o que no termina de llegar.

La facultad de esperar cuando algo se desea mucho es la paciencia, que se entiende también como la lentitud a la hora de llevar a cabo alguna tarea, especialmente si requiere de un esfuerzo por nuestra parte. Por ello te propongo hacerte algunas preguntas

¿Es la paciencia un valor para ti? Te invito a que la sitúes en tu ranking de valores personales. Para ello, te propongo que eches mano de tu Diario Coaching y enumeres tus siete principios de funcionamiento.



¿Está la paciencia entre ellos?, puede que la nombres de otra manera (tolerancia, calma, perseverancia, tranquilidad) Si es así, ¿qué lugar ocupa entre tus valores?, ¿para qué la sitúas en esa posición?, ¿qué crees que te aporta este valor?, ¿cómo lo muestras ante ti?, ¿cómo lo aplicas a los demás?


¿Qué ventajas nos aporta la paciencia?


  • Poder ver la situación con calma. Es una forma de parar y darse cuenta de qué es lo que está ocurriendo.

  • Evitar ser meramente reactivos. La respuesta automática conlleva un lenguaje y acciones que pueden ser aversivos y agresivos. Quiebra la comunicación interpersonal.

  • Evaluar la forma de respuesta. A veces, lo que decimos y cómo nos expresamos constituyen la solución a un dilema. O lo contrario.

  • Medir las posibles consecuencias de nuestras acciones. Antes de actuar, mejor prestar atención a todo lo que ocurre a nuestro alrededor.

  • Reforzar la atención plena o mindfulness. Si nos situamos en el momento presente, evitaremos traernos del pasado las etiquetas con las que juzgamos una situación anterior que incluso nos parezca similar a la actual. También evitaremos la preocupación por lo que pueda pasar en el futuro.

  • Aplicar la compasión empática. Con calma y con tolerancia somos más capaces de comprender a la otra persona e incluso ponernos en sus zapatos, notando cómo aprietan. Sentir compasión supone evitar los juicios sobre la actuación del otro.



  • Reducir las tensiones que se produzcan, tanto internas como externas. Si procedo con paciencia, dejo que la situación fluya, permitiendo que mi mente esté relajada y atenta.

¿Cómo podemos entrenarla?


La respuesta corta a esta pregunta sería mediante la atención plena. Cuando estamos presentes en un momento determinado, cuando atendemos a alguien o a algo, la impaciencia parece disolverse.

Expertos como la psicoterapeuta María Ibáñez y el psicólogo Jesús Jiménez consideran que, si no hay atención, nuestra mente produce una actividad casi frenética, poco reflexiva, e incluso podemos experimentar un bloqueo mental, debido al miedo. En cambio, cuando atendemos la mente se muestra tranquila, curiosa y vital.



Los autores de “Ordena tu mente para ordenar tu vida” consideran que la comprensión de nuestra realidad, tanto exterior como interior, contribuye en gran manera al bienestar emocional. A su vez, dicha comprensión pasa por el razonamiento y el factor “darse cuenta de”, lo que requiere, de nuevo, prestar atención.

Para quienes ya estáis aquí, os cuento algo más acerca de mi paciencia. Aquello que me dijo esa persona favorita me hizo identificarme con el que es uno de mis valores principales, la tolerancia.


Me ha hecho reflexionar a propósito de los beneficios de actuar con calma, de reaccionar con paciencia, los cuales afectan directamente a mi bienestar personal. Me refiero a la reducción de mi nivel de autoexigencia, dándome cuenta de lo importante que es para mí la evitación del juicio.


Mi estrés también ha caído, permitiéndome un mejor funcionamiento cerebral, mientras que la comunicación, tanto conmigo como con los demás, mejora día a día.

Y claro, sigo destapando ventajas en esto de la paciencia; por cierto, te propongo que añadas las tuyas propias. Pero sin prisas, con total calma y paciencia, claro.


¡Feliz Paciencia! ¡Feliz Coaching!



Y recuerda que…

  • Paciencia es la habilidad de esperar algo que se desea mucho.

  • Entre las ventajas que tiene la calma, destaca la de parar y darnos cuenta de lo que está pasando.

  • Mediante la tolerancia somos más capaces de comprender a la otra persona.

  • A veces, lo que decimos y cómo nos expresamos constituyen la solución a un dilema.

  • Cuando estamos presentes en un momento determinado, al atender a alguien o algo, la impaciencia parece disolverse.

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